MEIN TEIL

domingo, 15 de marzo de 2009


MEIN TEIL

Ahora que lo preguntas…

Habitaba una vieja granja en un pueblo central del país, en él mi padre, mi madre y mis dos hermanos aunque realmente eran mis hermanastros.

A los 8 años mi padre, repentinamente nos dejó, eran las 10:18, subió a su auto y sin decir palabra alguna arrancó, corrí tras del coche gritando, pero él siguió su camino, ni siquiera miró por el espejo retrovisor como arrastré mis rodillas por la tierra del lugar, al poco tiempo mis dos hermanastros también se fueron de aquí, quedándose el único hombre en casa.

Siempre he deseado tener un hermano de corta edad, quería demostrarle el cariño y el afecto que recibí por parte de mis hermanos mayores, pero a los 50 años mi madre ya nada podía hacer, tras el intento de tres relaciones fallidas, pensaba que otra vez la iban abandonar, (y sin culparla); ella nunca salía de casa, no sabía como lidiar con las 36 habitaciones que habían en aquella mansión, recuerdo que ella siempre me vestía como en la época medieval, a mamá también le gustaba esa clase de vestidos. Por mi parte no daba ninguna objeción, se puede decir que mi madre hizo lo que quería conmigo, ella gobierna mi vida ahora.

Recuerdo que de niño tenía un amigo imaginario fue el anhelado hermano menor que tanto deseé, pero derrepente, mientras me fui desarrollando alucinaba que mi hermano me tocaba y yo le respondía, y hacíamos esas cosas que veía en el cuarto de mis padres cuando me levantaba por agua en la madrugada.

Los chicos siempre me parecieron atractivos, quería ser parte de ellos, tener un vínculo, una alianza casi carnal, muy sanguínea, los trataba como a mis hermanos y quería que estos, “mis hermanos”, formen parte de mí y sería más hermoso aún si ellos formaran parte de mí voluntariamente, una especie de sacrificio para poder vivir en mí, pero ellos siempre me miraban de lejos y se burlaban por mi forma de vestir y de hablar.

Pasé por el servicio militar, (por primera vez en mi vida me sentí aceptado por mis semejantes), me ascendieron a sargento primero, realmente el trabajo llenaba mi soledad estaba tan ocupado que ya no sentía esas ganas de estar con “ellos” a los que tanto quería (comer), estuve tan contento que me inscribí en un club de noviazgo en la ciudad, tras mis relaciones comprometedoras fallidas me di cuenta que las mujeres no me apetecían, ni a mí ni a mi madre, siempre encontraba distinto defecto a cada una, salí de la milicia, y regresé con mamá, me dijo que le había ocurrido un accidente, se durmió en el tren de la mañana mientras venía de la ciudad y cuando quería bajar el tren empezó su marcha y retumbando en el barro se quedó sin hablar por unos 10 a 15 minutos, y es desde ahí que enfermó; mi madre siempre quería llenar la casa de vida, como no recordar esos arreglos florares en cada esquina, siempre ponía a esa cantante francesa de la cual aún oigo los tarareos maternales tan descoordinados, sé que en algún momento llegué a aborrecer a mi madre, porque cada cinco minutos pedía algo, ¡¡AGUA!! ¡¡CAFÉ!! ¡¡EL ALMUERZO!! ¡¡BAÑO!!. Nunca me dejaba terminar la historieta de star trek, hasta que una noche se quejó que le dolía el brazo izquierdo, era la 01:58, me encerré en mi habitación y no respondí a sus escándalos, los chillidos de ratón pararon a las 04:35; cuando desperté pregunté: ¿Desea que la lleve donde un doctor?, ella con una mueca de ira en el rostro, solo movió la cabeza e hizo un gesto con la mano del cual entendí que tenía que retirarme de allí, cuando llegué del trabajo vi a la única vecina que la frecuentaba en casa, tenía los brazos encogidos sosteniendo con las manos un pañuelo grisáceo que tapaban la boca y la nariz, entré esperando ver lo que tanto quería esa noche que ella rompía la garganta a gritos.

Puedo afirmar que me ocupé de mi madre enferma hasta que falleció, ahora estaba solo en esa enorme casa y podía por fin hacer lo que tanto quería como: jugar con los niños, me gustaba mucho montar a caballo con ellos, (como olvidar a los dos niños que día a día se quedaban a mi cargo), hacíamos cabañas en los árboles, estoy seguro que la vecina hasta este momento me confiaría a sus hijos.

Todas las noches navegaba, algo casi nuevo, “una red” que podía encasillar al mundo en una maquina, la llamaban “Internet” y siempre visitaba páginas de canibalismo o muerte, gran sorpresa me llevé al ver tantas personas como yo. Recuerdo mi primera cita con un cocinero, hicimos un juego vía Web, una simulación de como lo mataba y me lo comía, habían hombres que querían etiquetas en cada pieza de su carne, alfileres colgando de su piel señalando que parte es exactamente, confesándome que eso les excitaba mucho, (yo confieso ahora que no me excitaba en lo más mínimo, tengo éste fetichismo desde que me tocaba con mi hermano el poder devorármelo y que éste forme parte de mí, sin fuerza alguna, ese sería mi máximo orgasmo sexual), gente que se querían a la brasa, golpearlos y comerlos por trozos. Pero ninguno de ellos era el adecuado porque todo era virtual, sueños que son simplemente eso, SUEÑOS.

Hasta que él llegó, tan igual a mi por su pasado, (madre suicida, -habrá tiempo de contarles su historia después.- padre homosexual).

Yo contesté un anuncio que el puso en Internet, un “ingeniero informático” (ganaba muy bien en su trabajo) y colocó la palabra que me atrajo mucho y esta fue, “TU CENA”, acompañada de, “Te ofrezco la oportunidad de comerme vivo, quien realmente quiere hacerlo necesita un victima auténtica”. (Desde aquí nace la unión de la que muchos llaman una “unión diabólica”).

Lo recogí en la estación del tren, a las 11:14, bajó del tren yo estaba nervioso y excitado, llevaba una gorra de béisball, una camisa oscura, una chaqueta y unos vaqueros. Tenía en la mano una bolsa de plástico, sin hablar mucho nos subimos al auto, apenas salimos de la ciudad comenzó a tocarme, llegando al pueblo, me dijo que teníamos que grabarlo todo, no me opuse y acepte inmediatamente, llegamos a casa y fue directamente al salón y se quito la ropa “Espero que me encuentres sabroso”, dijo, lo hizo para que pudiera admirar la cena de ésta noche.

Tenía un buen aspecto, un cuerpo muy deportivo, tal y como yo me lo había imaginado.

Después de recorrer toda la primera plana, subimos a la sala de descuartizamiento donde ahí tendría lugar el más grande acontecimiento de mí vida, un pequeño cuarto en ese inmenso lugar, una pequeña cama en donde tuvimos una conversación amena tras desvestirnos, un pequeño amor nacía en ese instante. Las relaciones sexuales no eran nada para él, me exigió arrancarle la carne del cuerpo específicamente de la ingle, yo me negué, él quería el máximo placer en su cuerpo, “él quería ser devorado vivo”. Y fue así que se marchó, mientras lo escoltaba a su casa, algo me vino a la cabeza y le propuse una segunda oportunidad, llegando así a una farmacia para comprar, pastillas para dormir y un medicamento para la tos, regresamos a la sala de descuartizamiento, alrededor de las 18:30 me dijo: ya no aguanto más córtame el pene, ¡¡córtalo!!

Habíamos discutido, todos los detalles, todos, la cámara tenia que estar encendida (porque el quería ver como su virilidad sería amputada), fue él, quien puso su falo en la mesa y traté, pero no funcionó, la navaja no estaba suficientemente afilada y tuve que coger otra, el corte solo duro unos segundos, escuche un grito tremendo de 20 o 25 segundos, solo veo oscuridad, me dijo, necesito sentarme; minutos más tarde, esbozó su bienestar diciendo: “ya no siento dolor” y quería seguir.

(Mi asombro fue único en ese instante)

Córtalo por la mitad, dijo, poniéndome a sus órdenes, lo hice, y los trozos los llevé a la cocina, primero los lave y los blanquee, el agua tardó unos minutos para empezar a hervir, lo sazoné con sal, pimienta, y ajo en polvo, los freí un poco, el cuerpo esponjoso estaba tan fresco que se encogió en la sartén, la verdad no quedo nada comestible, no tardé mucho en prepararlo ya que él tenía una herida muy grande no tardaría en sentirse muy débil, pensé; mas no fue así, él intento comerse, se decepcionó mucho al fracasar en ello.

En la bañera de mamá le preparé un baño caliente cuando me dijo que sentía mucho frío, me quedé tumbado en la cama leyendo star trek mientras él seguía desangrando, estaba muy contento porque en el agua seguía intensamente roja y veía como una fuente de sangre salía de su herida abierta, después de dos horas y media le oí llamar, y éste aún esbozaba alegría y felicidad por estar inmerso en su líquido vital, en unos momentos decidió salir del baño por su propio pie, pero una vez que salió cayó medio inconciente, lo arrastré hasta la planta de arriba, y este aún estaba intermitentemente conciente, lo dejé en la cama, él quería pararse pero no podía estar bípedo, hasta que cayó y su intermitencia de conciencia terminó.

Tuve muchas dudas con respecto a ello, recé y lo besé, cogí el cuchillo y lo dejé en el suelo, en ese momento no sabía que hacer, me pregunté si debía rezar al diablo o a dios, y le pedí a dios que me perdonara, luego agarré el cuchillo, lo cogí con fuerza y después de dudar un poco más le corte la garganta.

(Por fin llegó algo del cual me preparé toda mi vida), después, en la sala de descuartizamiento le separé la cabeza del cuerpo, colgué su cuerpo en el techo, un gancho sujetaba su espaldar, luego le saqué los órganos y lo corté por la mitad, vertí agua caliente en las dos partes, las lavé y las guardé.

Un congelador con un fondo falso era mi “aliado” para que a primera vista no haya rastro alguno, mezclando ternera y cerdo pero más abajo estaba él (no sé si aún sigue sonriendo).

Preparé la cena como ocasión especial, decoré la mesa con unas velas hermosas, mi mejor vajilla, y el mejor vino tinto que tenía, freí un trozo de carne, un trozo sacado de la espalda, acompañado de patatas de princesa y coles de bruselas, el primer mordisco fue algo extraño, fue una sensación que realmente no podría describir, había deseado más de 40 años, giré mi brazo sobre mis ojos y me dije: 40 años, 5 meses, 8 horas, 35 minutos y ahora cambio a 19 segundos, ansiando que llegará este momento, comparando el acto de comer a mi víctima como recibir la sagrada comunión, soñé con él, estaba logrando la conexión tan íntima con él, devorando su carne, sabe a cerdo, un poco más fuerte y es sustancioso, aunque no creo que otros notaran la diferencia si se la comieran, sabía realmente deliciosa, devoré 18 kilos de ese sabroso manjar durante unos meses.

Fue tanto el frenesí, que seguí navegando por Internet, queriendo encontrar “alguien más” con quien alianzarme de por vida, llegó el día, que alguien me preguntó, a cuantas personas había comido, creo que fue egolatría mía, pero respondí: “No serás el primero amor mío”.

Después de un par de días, llegaron ellos, una señora de azul me preguntó, ¿que tipo de carne había mi heladera? (en mi pequeña aliada), callándome, me dijo que ella era ama de casa y esa no era carne normal, así se llevaron:

Mi carne,

Mi ordenador,

Mi cámara de video

Y mis cintas.

Mis tres cuchillos,

Mi gancho,

Mi hacha

Y mi delantal de carnicero.

Fue como si una ola me chocara contra la cabeza, provocando así la conmoción de la voz social, la gente se echaba sobre mí al no comprender mi experiencia, tras confusiones, me culparon de homicidio por un tiempo determinado, y ahora tengo que pasar toda mi vida aquí.

¿Qué es que acaso no entienden que dos almas tan distintas y tan iguales se unieron de forma inmortal?

Estoy muy seguro que muchos de los que me juzgaron no lograron tocar la felicidad.

Logramos concretar nuestra fantasía, aquella fantasía con la que soñamos toda nuestra vida, por mi parte lo “canibalicé” y él, “quería ser comido vivo”, cumplimos, cumplimos, con nuestro propósito vital, yo vi su sonrisa hasta el último minuto, y ahora tras este espejo preguntándome todo lo que hice, puedo verme sonreír.